Saludos Amigos,

Para octubre del 22, el equipo creativo y artístico del startup, Laugh O Gram Film, Inc. trabajaba a todo vapor el único negocio traído por el Gerente de Ventas, y despedido de inmediato, por haber suscrito un contrato con solo el 1% de anticipo. Walt prefirió cerrar sus oídos y dedicarse de lleno a su nueva idea, y sobre el muro blanco, la pequeña Virginia se divertía posándole en la mañana, para orientar y apoyar a sus compañeros —no empleados— en la tarde. En la noche, en el garaje, experimentaba con fotos y dibujos cómo animar las historias clásicas de Carroll.  

Para Walt era más prioritario este Proyecto del futuro, que oir y ser recriminado que, por 100 —casi dos mil dólares de hoy— Leslie Mace los hubiera comprometido a producir y entregar seis cortos de historietas animadas antes del 31 de diciembre, para exhibir en escuelas y al aire libre, en Tennessee. A partir de enero 1o, 1924 —15 meses después— Walt recibiría los $10.900, restantes de manos de Pictorial Clubs Inc. que había puesto su fe y esperanza de salvación en estos novedosos cortos. Cowles, por su parte, exigía a Walt modificar los términos del leonino contrato, y acordar uno nuevo. Por igual, pedía renovar con mejores precios un nuevo paquete con la Newman’s Laugh O Gram y sus teatros, ya que el vigente, de doce cortos llegaba a su fin. La compra de insumos, material, pagos de nómina, servicios, arriendo y salarios agotaban las reservas de los 15 mil invertidos.

La palabra reserva le agradaba a Walt, y hacía que las deudas al socialista veinteañero no lo asustaran, porque para eso, el plan de los banqueros privados había sido aprobado, 54 votos contra 34, nueve años atrás, con una moneda elástica, ya que las Notas, —deudas en papel moneda, (dólar)— desde entonces emitidas por la Reserva Federal son obligaciones de gobierno. La historia de la elasticidad monetaria, para una economía ídem en un mercado de capitales controlado por sus propietarios, es reafirmada por una fuente Saudí para, The Grim Reaper, que citó al, “80% de la Reserva Federal de N.Y. —de lejos, la más poderosa— como propiedad de ocho familias:  Goldman Sachs, Rockefellers, Lehmans and Kuhn Loebs of New York; the Rothschilds of Paris and London; the Warburgs of Hamburg; the Lazards of Paris; and the Israel Moses Seifs of Roma.” Esta historia es la de mayor arraigo en nuestros días, pues hay quienes poco o nada creen en religiones, o en las biblias, —24 libros para judíos, 66 para protestantes, 73, para católicos, 81 para ortodoxos— horóscopos, brujerِía, casualidades, evolución natural, extreterrestres, en la reencarnación, o en la supremacía de la raza blanca, pero, el cuento del dinero, a sabiendas de que es ficticio, TODO EL MUNDO LO CREE.

A Walt, curioso como era, le intrigaba el tema de las sociedades secretas, porque había escuchado que tenían información que pocos conocían, y habían influido en permitir y salvaguardar ciertas libertades y derechos que estaba empezando a disfrutar una emergente clase media fuerte y pujante, acosada por socialistas, liberales y conservadores —ahora con toda gama de colores y lemas— bajo la bandera de los derechos civiles. Los abusos a mujeres y niños en el mundo, era lo normal, desde antes de los tiempos romanos. Las guerras del fin del colonialismo, la caida del imperio otomano, el debate social, el nacionalismo, la controvertidísima “infalibilidad” del Papa, o la pugna entre, Wall Street y la Reserva Federal, por el control del sistema monetario en momentos de gran hiperinflación post Guerra en Europa, era información ignorada por un mundo analfabeto. Occidente desconocía cuán crudos métodos los rusos usaban para implanter su régimen, y aún, en países pobres y con índices de analfabetismo, los lideres populistas intentan a toda costa reproducirlo. Solo familias de raigambre de todas las grandes capitales del mundo, con redes en cada continente tenían acceso a la información hace solo un siglo, fomentándose el comercio exterior entre ellos y las nuevas hermandades secretas. Sociedades comerciales públicas, eclesiásticas y privadas, repartidas entre logias masónicas, rosacrucistas, illuminati, laicos, el banco Vaticano y escuelas de nuevo pensamiento, se multiplicaron durante esta época, que comenzó a llamarse la Nueva Era.

Todo contrato comercial desde hace 110 años debe ser amparado por instrumentos financieros emitidos por bancos ligados a la Reserva Federal, pero, los ojos de Walt no estaban puestos sobre el  papel moneda, sino, en impresionar a la exigente Margaret Wrinkler la mayor distribuidora de historietas en N.Y.. Por ello, más largas jornadas de filmación con la pequeña Virginia ocupaban sus horas matutinas, hasta que ese impulso empresarial fue frenado en seco pocas semanas más tarde, cuando Pictorial Clubs, Inc. se acogió a la ley de bancarrotas.

Esa Navidad de, 1922, triste e incierta para dibujantes, secretaria y accionistas, Ub Ikwers y mamá, sorprendió al optimista Walt con un inesperado regalo: sus padres estaban de regreso desde Chicago. La enfrascadora de mermeladas, O’Zelly Jelly Company, de Elías, había fracasado, le dijo Roy preocupado. Esa noche fue de las más largas, diría años después. No saber a dónde salir de madrugada antes que Elías llegara, lo había mantenido en plena vigilia. Lo reconfortaba su plan para triunfar: saber copiar, aprender a mejorar lo copiado y darle un sello personal, tema de la siguiente entrega.