Los últimos meses en Francia, fueron para el joven Walter Elías la oportunidad para conducir por las calles que habían sido campo de batalla en París, trasladando a oficiales en primera instancia, y finalmente, surtiendo las áreas deprimidas y más afectadas por la guerra, en una ambulancia con laterales pintados de caricaturas cómicas. Los cascos alemanes que encontraba, los fue recolectando, limpiando, pintando y vendiendo como recuerdos del primer conflicto bélico mundial. A través de American Express, giraba el dinero recaudado a Flora, para que le comprara un reloj a Ruth para sus 16, (Sweet sixteen), y le depositara el resto en su cuenta de ahorros. Dos grandes virtudes se deben tener entre otras: Saber Vender y Ahorrar. El sueldo real es el que se guarda, no el que por nómina se reciba. Claves para aprovechar el oleaje financiero y surfear con muy buenas maniobras económicas en cualquier época.
Desde su alistamiento para la guerra y durante el virus, Walt en Francia había estado descubriendo el poder creativo de sus diálogos internos. Avizoraba en búsqueda de pistas para hallar su papel, su rol, su función y la misión para la cual había venido a la tierra. Recordaba los pasajes más alegres de su corta vida, como el haber vendido prensa, cigarrillos y dulces en los trenes en Kansas, menos a los motoristas, con quienes intercambiaba sus productos para que lo dejaran accionar los silbatos entre las estaciones. Había sido el caricaturista de, The Voice, la revista del William McKinley High School cuando cursaba el 9º grado. Recordaba las sugerencias de Leroy Gosset and Carey Orr, reconocidos caricaturistas de Chicago que le habían sugerido al crecer, buscara trabajo en los periódicos. Eso iba a hacer. Por ellos se había inscrito a escondidas de papá Elías, a aprender dibujo en la Escuela de Bellas Artes, con la misma pasión con que amaba a la Blanca Nieves del cine mudo que repetía y repetía. Un fuerte corrientazo acompañó su agradecimiento por haber llegado salvo a Le Havre, Francia, al revivir la sensación de ir esquivando el mar de minas en el SS Vaubin, hasta la ciudad puerto. Agradeció también la alegría de haber podido, al día siguiente, por primera vez, lejos de todo y de todos, celebrar su cumpleaños número 17. Aprendía que quienes todo agradecen, tienen cada día, más cosas por agradecer.
Como si hubiera sido una parto, nueve meses después regresó a la casa de sus padres en Chicago. Elías inquieto e ignorado contemplaba la fusión de Flora con su hijo en un alegre y risueño abrazo interminable. Hasta que el Pater Familias a la mesa llamó para conversar seriamente. Walter Elías era la esperanza para impulsar la O’Zell Jelly Company, y sin esperar el postre le exigió madrugar a la mañana siguiente para que se reintegrara a la empacadora de mermeladas, ahora sí, de tiempo completo. Ante la negativa le ofreció 25 dólares a la semana.
—No quiero más mermelada. Yo quiero ser artista
—De qué vive un artista?. Necesitas tener un trabajo serio, uno de verdad, Walter Elías —a voz en cuello
—Conseguiré uno real, como caricaturista en los periódicos, padre —le salió. De inmediato fue asido por las solapas del uniforme. Walter Elías sin espera alguna exigió el respeto que demandaba ser un veterano de guerra, y más, portando sus prendas militares. De las muñecas tomado, tuvo su papá que escuchar, que Walter, era el pastor de la iglesia, y Elías él, su nombre de papá, mientras con fuerza controlada retiró las manos de su guerrera, y demandó con seguridad, que, desde ese instante, se le llamara, Walt. Simplemente, Walt.
La tan anhelada espera por la llegada del menor de los hijos varones a Chicago, que en un principio había despertado mutuo amor, chanzas y humor entre madre e hijo en medio de alegres risas y miradas cómplices, terminó en llanto y una precipitada despedida. Como los dos mayores, el último también se iba antes de los 18, resuelto a vencer en lo que se propusiera, a sabiendas, de que contaba con una simple débil o vaporosa idea para guiarse hasta el punto de partida, y allí decidirse por dónde y cuándo empezar. En el trayecto en tren hasta Kansas, sus conversaciones internas giraron en torno a lo único con que contaba: sus experiencias previas. Hacía la contabilidad de sus fortalezas contra sus debilidades. Vale apuntar, que decisiones como la de Walt, con tanta entereza y solidez aparecen cuando hay firmes propósitos. La fuente que alimenta esas determinaciones brota de una práctica, información o conocimiento, que permiten soñar. Sintetizar los objetivos precisa entrega y dedicación para mejorar la práctica, y obtener la mejor información para ahondar en el conocimiento existente que son los inventarios a favor, vitales para que un capital semilla pegue y germine. Hacía tres años había tomado la decisión de dejar la escuela, la iglesia, el corto trabajo en O’Zell, la entrega de periódicos, la familia, para solucionar su rebeldía, yendo a la guerra, a la que casi no puede asistir debido a la pandemia que ya cundía en los fuertes militares, antes de partir. Hacía siete, había tenido la osadía, el valor, la intrepidez, de preferir desde ese mismo instante, vivir y poseer todo deseo, en vez de existir teniendo pobres deseos. Recordaba cuando con la nieve a la altura de las rodillas se lo repitía a Roy Oliver cada invierno, mientras iban dejando la prensa, puerta a puerta, no afuera dentro de los buzones exteriores, actividad para la que habían sido levantados desde las 03:00, de sus camas, en un hogar donde por esos meses se vivía el mayor furor socialista no solo de papá Elías, sino de un sector importante de la población votante para esas elecciones. (1912)
Dejar sus previas charlas mentales llenas de fatalidad, por las nuevas plenas de esperanza, le fue dando vida a un joven nuevo, que intentaba emular a sus modelos de vida Lincoln, Einstein, Charlot y gente del Nuevo Pensamiento. Venía renovándose en el espíritu de su mente, algo que cuesta trabajo hacer porque exige mucha disciplina y tesón, como todo, al comienzo. Al final se volverá otro hábito. Uno tan benéfico que se tornará en virtud, a la que el común tildará como: “Qué de buenas. Qué tan buena suerte tiene”. Es difícil evitar el diálogo con la consciencia, y peor aún, pretender romper la secuencial cadena de pensamientos liberados por conexiones bioquímicas, que bullen eléctricamente dentro de la bóveda craneal. En este milenio más gente está entendiendo que las causas de los eventos y circunstancias que rodean sus vidas, son el reflejo de sus conversaciones internas. Está entendiendo la Ley del Espejo. Meditar, tratar de dejar la mente en blanco, agradecer por aceptar cada situación, mala y buena para aprender su lección, la autosugestión con mantras, por mencionar algunas formas, son otros modos de aprender a controlar pensamientos y creencias que nos mantienen presos desde la niñez. No hacerlo conlleva a la ansiedad, la tristeza, la melancolía, la depresión, a los homicidios, magnicidios y suicidios, contrariando la ley de la Vida.
Con el tren en marcha, cerrados sus ojos él no descansaba. Soñaba, sonriendo al ver en su pantalla mental la gente reír y alegres gozar con sus historietas y dibujos en los diarios de Kansas. Cuando un propósito fusiona las fuerzas mental, espiritual y física, de manera voluntaria, como una nueva unidad emprendedora, nacen startups, oportunidades, chances y circunstancias para emprender. En ese vagón Walt iba acompañado con la idea que lo estaba imbuyendo últimamente, hasta que se le apoderó del diálogo. Giraba en torno a las imágenes de la revista, que, semanalmente, Elías recibía con algazara. Era uno de los más izquierdistas de esa comunidad progresista, cuya difusión era leída, cada ocho días, bajo el título, Appeal to Reason, el de mayor circulación en los Estados Unidos. Su mayor tiraje, inolvidable para Walt, fue para ese décimo cumpleaños, cuando a la sazón el activista candidato a la presidencia del país, y fundador del partido social demócrata en este continente, en uno de los primeros cinco intentos presidenciales, Eugene V. Debs, alcanzaba un increíble 6 por ciento. Para 1920, desde la cárcel presentó su quinta candidatura y corrió para presidente. Nada impide que Trump lo intente en estos días, cien años después. De no creer. Desconocer la historia, hace que se tienda a repetirla.
Al llegar a Kansas, a la Bellefountain Street, con Roy Oliver hablaron hasta la medianoche de guerra y experiencias. Walt risueño y optimista relataba de sus caricaturas en las ambulancias, el negocio con los cascos nazis abandonados, del dinero ahorrado, mientras su hermano protector solo habló de cómo las naves gringas eran hundidas por los nazis. Al final, cuando éste le propuso trabajar como cajero de banco, a ganar 90 dólares mensuales, como él, le replicó firme:.
—Soy caricaturista político, Roy— y a dormir se dispusieron.
Desconocía la historia de Wal y vaya que tenía fuerza de voluntad el tío y un propósito por realizar contra viento y marea.
Apreciado Gust, la historia del joven Walter Elías es aleccionanate e inspiradora. Todos podemos. Gracias por su comentario
Me encanta leerte Orlando, por que a través de estás lecturas me impulsa a tener determinación, los sueños se hacen realidad,si no se pierde el enfoque, que fue lo que hizo Walt, no perder su enfoque, era caricaturista y encontró su propósito.
Sus palabras me honran, y tácitamente, exigen dar más de mi. Muchs gracias ViVI
La Tenacidad y perseverancia son la clave ! Todo un ejemplo !! 🤩
Sin ellas no hay maestría. ViVa Argentina y gente como tú, luchadora Marcelita
Wow! Walt decidío el propósito de su vida en esos momentos. Buenísima historia. Gracias Orlandito.
A pesar de tantas circunstancias vividas, Walt se enfoca en su objetivo personal, realiza toda una lucha, es persistente y lo logra. Qué hermoso ejemplo de vida! Gracias por compartir esta historia.
Gracias por leerla, Thelmis