Como se explica en la categoría dedicada al liderazgo, es gracias a Roy que Walt llega a convertirse en inmortal, pues a sus 14 años comenzó a rebelarse, como todo adolescente, que, al ir creciendo detecta, que, en la educación e información recibida, hay mucha inconsistencia. Demostró su inconformismo abandonando las instituciones de formación social y formal para proyectarse por sí mismo, sin importarle morir en el intento yendo a la guerra. Dio a comprobar que el conformista nunca hallará la manera de desarrollar toda su capacidad humana para ponerla al servicio de los demás, si escasamente suple las necesidades propias.

 

Las heridas producidas por mal trato, el abuso de la reciedumbre paterna con su violento temperamento, severas exigencias, el trabajo forzado, sin pago, —cada centavo iba a parar a la caja menor de la economía casera y los diezmos—, hizo que sus hermanos hubieran huido antes de los 18. El bulling escolar por dormirse en clase, por sus dibujos —los animales de la granja—, por su raro apellido, por su endeble figura, sus bajas calificaciones, las burlas, las fue dejando atrás. Esa opresiva atmósfera que le causó pesadillas hasta bien avanzada su adultez, con los días, fue dándole paso a los buenos recuerdos, enfocándose en lo bueno de la vida hasta ese momento vivida. Comenzó a darle forma a una vida que se centrara en la afabilidad de nostálgicas memorias de la granja, su romance con el tren, lugar de venta de sus dulces y cigarrillos a los pasajeros, pero, que, los intercambiaba con el motorista que le daba la oportunidad de accionar los silbatos durante los trayectos hasta la siguiente estación. Centraba su vida en su amor por Blanca Nieves, la maravilla del cine en esos días, película que repitía hasta el cansancio.

 

Optó por recordar los aspectos positivos de Elías: integridad, honestidad, caridad por los necesitados, fe, gran anfitrión, resiliencia y trabajo duro. Este, acababa de vender la distribución de periódicos por la compra de una empacadora de mermeladas en tarros, cuando el último hijo prefirió ir a la guerra, que, trabajar gratis para él bajo las condiciones conocidas. Ser parte de Walt Disney World por dos décadas y tener la oportunidad de conocer los pormenores de la vida de su creador, me han hecho escribir estos contenidos para transmitirle a los lectores cómo de la nada, desde los 15 años, hizo posible su creación, para que aquellos curiosos, se asombren e interesen en aprender cómo a pesar de las circunstancias aceptó el dolor del pasado para aprender sus lecciones, abrazó sus nostálgicas memorias, para que, por encima de ellas “soñar en grande” y construir su futuro. No importa de dónde se venga o quienes o cómo fueron tratadas por sus padres o la vida cuando fueron pequeñas o adultas las personas que lean. Lo que importa e interesa es que a cualquier edad se puede manifestar la voluntad de vivir una propia aventura, y soñar en grande, teniendo el coraje interior para perseguir los sueños.

 

El dolor es inevitable, pero, el sufrimiento es opcional. Es por las heridas que entra o sale la luz, dicen los que saben de esto. De niño me fue dicho que yo sería un bueno para nada, que iría a ser un borracho “como tu papá”, tal como a la mayoría de los niños se les aleja de la conexión espiritual que nos liga con el más allá, para adentrarnos en el más acá, a través del miedo, el castigo y el acondicionamiento social. Esa manera de levantar niños va borrando de tajo la capacidad imaginativa, la curiosidad, la alegría, la inocencia con la que llegamos, cuando ya el dolor padecido al ser expulsados o extraídos del vientre materno es casi cosa del pasado.

 

Avanzamos hoy más rápido, porque están llegando muchas almas viejas a cumplir con sus tareas, tal como nosotros estamos cumpliendo, a pesar de todo, mal o bien, con las nuestras. De la vida de Walter Elías aprendí, que, como mi hija, cada vez son más los bebés que a pesar de las circunstancias, vislumbran lo que de adultos no podemos ver o sentir, porque llegan con un nivel de consciencia más depurado. No todos, afortunadamente, logran ser coartados, restringidos o supeditados por los obsoletos sistemas de creencias impuestos, haciendo que los adultos se sientan retados al percibir sus cándidas y nítidas reflexiones, y prefieran calificar la adolescencia y juventud con epítetos, solo, porque sus cuestionamientos van más allá de la zona de confort del nivel del pensamiento adulto “normal”.

 

Walter Elías estando en la guerra, comenzó a hacer uso en sus tiempos de ocio del libre albedrío que, por primera vez lo acompañaba, a reflexionar sobre las creencias transmitidas, y a darle rienda suelta, al desarrollo de sus capacidades creativas y potenciarlas. Tuvo la oportunidad de entender a los demás, a no juzgar; a aceptar a las personas como son y no como debieran ser. Si estar en la guerra era un triunfo, el verdadero reto de su corta vida no era tanto el llegar vivo a Chicago, sino enfrentar, por primera vez, ya como hombre, a sus 17 años, a Elías, su pater familias.